Mis primeros paseos fueron las excursiones de la secundaria a El Rollo, Oaxatepec, Las Grutas de Cacahuamilpa o Las Estacas. En el autobús invariablemente se escuchaba a Los Terrícolas. Cómo me acuerdo de aquella canción: “Carta de Néstor ¿Qué me dirá?”.
En esas salidas había algo que siempre me llamaba la atención: las familias salían a pasear juntas. Pero la mía no, mis papás se quedaban trabajando para que sus hijos pudieran ir a las excursiones de la escuela.
Así que en esos balnearios yo vi muchos clanes compuestos por abuelos, abuelas, suegras gordas, manadas de niños jugando con sus papás en las albercas, mamás que después de limpiarle la cola al bebé tiraban los desechables en los arbustos. “Los Pérez”, por decirles de alguna manera, se sentaban alrededor de un anafre y armaban la taquiza con salsas, huevos cocidos, arroz y una gran cubeta con agua de limón. Después venía el bailongo. Y yo los veía con envidia.
Era tantos los visitantes a aquellos balearios que se hacían colas para entrar, para salir, para ir al baño, siempre sucios e inservibles, lo mismo las regaderas que los lockers. En las albercas girabas sobre tu propia circunferencia, como entre 200 cristianos, y el color del agua era lo de menos, lo único importante era tirarte del tobogán.
A la salida siempre pasaba que te subías a un autobús que no era el tuyo y te burlabas del pobre guey de al lado, hasta que te dabas cuenta que el perdido realmente eras tú. Entonces te espantabas porque en el estacionaminto había un chingo, pero un chingo de autobuses y no sabías cuál era el tuyo, hasta que tus cuates, siempre solidarios, te localizaban.
También había un montón de vendedores de dulces y artesanías. Comprabas algo con toda la intención de presumir que tú "ya habías ido a Oaxtepec". Así fue mi mundo. Así me tocó a mi.
Es real, las albercas a mitad de su capacidad. Y no me alegra.
Hace unos días regresé a Oaxatepec, 15 años después de aquellos tiempos. Ahora sí, con mi familia. Y aunque la pase muy bien, aún estoy triste, sorprendida y encabronada.
Sorprendida por ver cómo han mejorado los servicios. Tanto que ya hasta hay papel de baño en los sanitarios, sin que se lo roben. Ya recogen la basura y hay agua en los baños. No me tocó ver a ningún borracho, ni letreros de "puto" o coranzocitos pintados en las puertas.
Fui un domingo de agosto, en vacaciones, y no tuvimos que hacer ni una sola cola. Los boletos son electrónicos, los lockers suficientes, hay varios restaurantes decorosos y poca gente en las albercas. El dato curioso es que… por más que los busqué, no encontré a los "Pérez".
¿Y eso me encabrona? Sí, mucho. Porque resulta que mejoraron los servicios, no para estas familias, sino sacrificando precisamente a estas familias. En algún momento, la directiva del parque recreativo Oaxatepec aplicó la política infalible de encarecer los precios y con ello evitar al populacho.
"Los Pérez” ya no van ni a Oaxtepec. La entrada vale $130, adultos, $65, niños. Suponiendo que una familia cualquiera conformada por los abuelos, los papás y tres niños, quisieran entrar, serían $715 de puras entradas, más las comidas, los pasajes, etc. Una bicoca para algunos, imposible para cientos de miles que ganan uno o dos salarios mínimos, 350 y 700 pesos a la semana. Y eso me encabrona.
Domingo 17: 30 hrs. Y éste, el único vendedor de dulces que vi.
Este es sólo un ejemplo de cómo las familias populares han sido estranguladas por los últimos gobiernos. Se les ha marginado en educación, deporte, salud, recreación, alimentación. Han sido excluidas con salarios miserables: el verdadero origen de la desintegración familiar, tan mentada por los gobiernos y las institucionales, las que lejos de abrir oportunidades a niños y jóvenes, se las cierran.
La realidad para las familias pobres de hoy es muy diferente a la que vivieron nuestros padres hace 30 años. Un campesino, obrero o empleado, por muy modesto que fuera su ingreso, podía hacerse de su terreno, construir su casa, comprar sus muebles y dar estudio a 5 y hasta 10 hijos. La educación pública fue efectiva. Pero el panorama para las familias pobres de hoy es de marginación o migración. Un departamento de interés social vale más de 400 mil pesos y las constructoras piden ingresos mínimos de 12 mil pesos mensuales.
No es novedad que el salario perdió su valor adquisitivo y que antes alcanzaba para más. Irónicamente yo lo compruebo el día en que finalmente pude tomarme unos días de descanso con toda mi familia. Y caigo en la cuenta de que el salto social que dimos nosotros, los hijos, por el estudio y la profesión, se ha esfumando. Que nosotros somos los nuevos "Pérez".
Aunque ésta es sólo una hipótesis. Igual el día en que yo fui a Oaxtepec los otros "Pérez" se quedaron en casa a ver el fucho. O a la mejor es que la economía mejoró y ahora ya no existen más familias muégano. Pero no, Yo las vi abarrotar las playas artificiales del carnal Marcelo.