Carmen Aristegui, Lydia Cacho y Sanjuana Martínez
Mi visita a la FIL me dejó extasiada de tantas cosas que ví y oí y no hallo ni por dónde empezar. Pero esta vez no dejaré la cereza del pastel para el final, va de inicio, trataré de recontar lo dicho por Carmen Aristegui, Lydia Cacho y Sanjuana Martínez lo más ecuánime que me sea posible. Difícil porque lo que ahí se vivió fue una batalla campal del oficio periodístico, su ética y para qué carajos sirve.

Llegué 15 minutos antes del evento, muy emocionada porque iba a escuchar a estas mujeres caídas en desgracia, o mejor dicho, caídas de la gracia de los grandes medios que, sin embargo, se han levantado dignamente para demostrar que el periodismo sí es posible, sí paga y que la credibilidad se consigue con el trabajo diario y no la da el medio de comunicación. Y por ello reciben reconocimientos y premios en varias partes del mundo, excepto en su país.
Y digo que son periodistas incómodas no sólo para el poder público, lo son para los medios de comunicación y para los periodistas “consagrados”, porque con su trabajo de resistencia, su decisión de quedarse en el campo social, contrastan y dejan ver con aumento a los que han cambiado su lenguaje crítico, por los halagos, a quienes se les olvidó la sana distancia con el poder y ahora trabajan para éste. "Periodismo que no es crítico, es propagada", dijo Sanjuana.
Incomodas también porque rompieron con un código no escrito que operó por muchos años, que era que en los medios no se hablaba de los medios, estaba prohibido hablar de otro medio, todos abordaban el mismo tema, quien hacia lo diferente estaba mal visto. Y ellas lo hicieron.
Las tres participaron en una mesa titulada “Transformando la sociedad a través del periodismo”, tema que, como dijo Carmen, se prestaba para hablar de todo. Su evento fue en la sala más grande de la FIL, con capacidad para unas mil personas, pero ese domingo estuvo abarrotada. La gente, muchos jóvenes (estudiantes de periodismo que sueñan con ser como ellas y no como Adela Micha) sentados en el piso, en las orillas. Otros se quedaron afuera. A Guadalupe Loaeza y su marido tuvieron que traerles sillas de otro lado porque no hubo lugares reservados. Un grupo de ex braceros con sus demandas de justicia plasmaron el tenor de lo que sería la batalla.

Mi expectativa fue rebasada. Lo mismo criticaron a Televisa que a Proceso. A los “compañeros periodistas” que se autocensuran por comodidad. Habló Carmen de aquel histórico día en que los principales periodistas de los medios electrónicos fueron por orden de sus patrones a presionar a los senadores durante la Ley Electoral que le cerró la llave del dinero a los concesionarios.
Del presunto conflicto de intereses que alegaron los "compañeros periodistas” para no abordar en sus espacios la Ley Televisa. De cómo durante este año se le “cayeron” a Carmen los acuerdos con los concesionarios de la radio para regresar al aire, hasta que MVS fue valiente y contrató sus servicios a partir de enero (Aplausos).
Lydia abordó la misoginia que hay en los medios. De cómo el diputado Emilio Gamboa Patrón tiene el poder de hablar con los principales directivos de Televisa para decirles: Te voy a dar la publicidad de Milenio, pero con la condición de que no se hablé más de Lydia Cacho. “El problema no es que me censuren a mi, sino que dejen de tocar el tema (pederastia y pornografía infantil)".
PERO VÁMONOS DESDE EL PRINCIPIOA su llegada fueron aplaudidas. Carmen la más ovacionada. El moderador fue Marco Antonio Cortes Guardado, quien intentaría moderarlas (ja), un funcionario de la UDG, a quien le “llovió” porque corrió a una periodista, la que destapó el tráfico de órganos en el hospital de Guadalajara.
En su oportunidad Sanjuana Martínez, quien ha dado seguimiento a la pederastia clerical. Habló de cómo los periodistas sucumben al halago del poder. Como ejemplo citó esa columna de Ciro Gómez Leyva que tituló: “
Gracias Carlos” y enseguida leyó sarcástica su final. Tono que en verdad no era necesario, porque el texto es ya de por si aleccionador.
Sanjuana habló del compromiso de los periodistas para no callarse pese a la censura, aunque ésta la cometa la revista Proceso, medio para el cual trabajó 17 años y fue finalmente despedida sin que a la fecha le hayan pagado su liquidación. Según ella, sólo lo mencionó de paso, no era el tema, pero a insistencia de Carmen habló del porqué de su salida, según ella, por vez primera (lo que no es verdad porque yo ya la había escuchado con lo mismo en un programa de radio).
No señaló a Julio Scherer ni a Vicente Leñero (presente en la sala), acusó directamente a la nueva directiva encabezada por Rafael Rodríguez y a su gente, quienes, dijo, dieron un cambio a la revista y le censuraron varios reportajes. Según Sanjuana, mientras ella habló del clero del estado Vaticano, nunca tuvo problemas, pero cuando llegó a México y comenzó a señalar las cosas que hacían los prelados mexicanos, entonces sus reportajes fueron a parar al cajón y tras varios reclamos finalmente le dijeron que no serían publicados sus reportajes porque parecían una “campaña” contra la iglesia mexicana.

Carmen retomó la palabra para chutar: No puedo proseguir esta charla sin retomar el tema, no puedo seguir sin hacer de cuenta que Sanjuana no dijo lo que dijo. Y agregó: A estas alturas mentarle la madre a Televisa es fácil, pero a ¡¡¡Proceso!!! Le invadían sentimientos encontrados, dijo, porque a ambos los quería muchísimo. A la calidad del trabajo de Sanjuana se antepone el prestigio y la trayectoria de la revista más importante del país. Conminó a la revista a solucionar pronto este litigio y a darle a Sanjuana lo que a derechos le corresponde. Esto es, bromeó, como cuando se te juntas dos amores y tienes que presentarlos, no me queda más que decir: “Mi novio, un amigo”.
La que sí se sumó con todo a la causa de Sanjuana fue Lydia Cacho. Afirmó que el colmo de la prensa es que el director de la revista más importante del país le hable al presidente de la junta de Conciliación y Arbitraje para pedirle que le pare un asunto (el de Sanjuana, supongo) y que si a una periodista no se le quiere, por los motivos que sean, pues hay que exigir que se le pague.
En la sala además de Vicente Leñero, estaban José Reveles y Rius, a quienes volteábamos a ver con ganas de que salieran al quite de su revista, para no dejarla tan mal parada, pero nadie le entró. Proceso no tuvo réplica. Así pues, el mundo al revés.
(Ya luego en México una compañera periodista me dijo que por estrategia de sus abogados, Proceso tiene prohibido hablar del tema en público, porque están en litigio).

"Estas mujeres se están apoderando del periodismo. Hay más tanates en estas mujeres que en los hombres": RIUS.