
Con exactitud sé que fue maravilloso porque lo hice en el momento preciso: cuado ya no cargaba con enojos ni culpas. Cuando checó en mi historial aquella definición de la RAE sobre la felicidad: Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Cuando compruebo que soy capaz de proporcionarme mi felicidad.
Me explico. Mi visita fue circunstancial, sin preparativos y sin expectativas. No fui niña Disney: nunca le entendí a Donald y Micky no me causa esa expresión mamila de ¡ayyyyyyy! Disney no estaba en mis planes hace 15 días. Ni hace 15 años, como tampoco hace un año estaba en mis planes ser feliz, ni viajar, ni tener una amiga en Los Angeles con quien llegara a identificarme profundamente y además caerle en su cantón. No estaba en mi horizonte todo lo que ahora empiezo a construir.
Por eso es chida la vida y el paso de los años, porque significan la oportunidad de crecer, hacer amigos, acumular conocimiento, equivocarte, rectificar, enamorarte, desenamorarte. De tener un blog y escribir de ti sin más censura que tus niveles de cursilería.
Bueno, una vez advertido por dónde va mis post, quiero contarles que mi visita a este parque fue hermosa, maravillosa, me hizo regresar a la época más infantil de mi vida, algo que creía imposible. Y fui capaz sólo porque aprendí a “disfrutar”.
Luego tuve aquel regalo que me hizo entender que “el amor no se paga”. Y lo separó del resto de mis enseñanzas porque fue fundamental en mi recuperación.
Por años viví en el error de pretender pagar a mis padres, a quienes amo profundamente, todo el amor que virtieron en mi, pese a las carencias. Esa interpretación me hizo vivir por muchos años con sufrimiento, por imposible.
Siempre que yo vacacionaba, “algo” me hacía sentirme mal. No era capaz de disfrutar sin culpa. Cuando paseaba, salía a comer a un lugar bonito, al cine o a la playa, me sentía culpable porque “yo sí y ellos” no estaba ahí.
Suena loco, pero es así. Muchos, pero muchos, confundimos los sentimientos de amor, gratitud y obligación y quedamos atrapados en una batalla con todos ellos. No podemos vivir libre de culpa.
Sin embargo, entendí que aquel sufrimiento le quitaba todo sentido al esfuerzo de mis padres, lo nulificaba. Ser infeliz era el peor “pago” que yo podía darles. Suena raro, muy raro, pero así es. Y es tema de debate y post.
Tras descubrir mi libertad, empecé a aceptar y a disfrutar las muchas, muchas muestras de cariño y amor que me brindan todos los días mis amigos, mi familia, mis compañeros, mis semejantes.
Así llegué a estas vacaciones (sin planearlas y en caliente) con Eileen y Barragán, quienes me agasajaron como reina y yo lo acepté sin apenarme y sin inconveniente. Chila me paseó por toda la ciudad de Los Angeles, y me regaló además su entusiasmo y alegría. Barragán me paseó por Tijuana y Ensenada, y me puso en contacto son un nuevo amigo: Gerardo.
Como verán, cuando todo esto se me juntó, resultó que yo andaba de vacaciones. Ni modo, andaba de suerte.
:-)))