jueves, 7 de enero de 2010

Caminos de Michoacán

Y pueblos que voy pasando… Literal.

El año nuevo fue el pretexto ideal para ir a conocer las playas de Michoacán y sus pueblos de la costa, que de momento me causaban algo de desconfianza porque en mi cabeza estaba la imagen de una tierra devastada por el narco, en poder de ‘La Familia’, sin autoridad ni control. Nada más alejado de la realidad.



Recorrí toda la costa michoacana en mi poderoso corcel Ford Fiesta 4 cilindros, super ahorrativo con la gasolina, aunque las casetas se encargaban de hacer estallar mi buen ánimo. Más de 500 pesos para llegar a Lázaro Cárdenas y de ahí, por la libre.

En total viajé 2500 kilómetros de carreteras federales y cuota, rectas y curvas, de día y de noche, calurosas y con flores, con frío y neblina, pero siempre, siempre acompañada de buena música y de la gran Gardenia, quien resultó ser una excelente compañera de viaje y además me dio una gran noticia: su decepción de Felipe Calderón ¡Por pocos huevos! dijo.

Estuvimos en Lázaro Cárdenas, Playa Azul, Caleta de Campos, acampamos en Maruata, más unas playitas desiertas en las que nos detuvimos y que resultaron mucho más placenteras que las anteriores, así hasta llegar al puerto de Manzanillo donde terminamos en el centro histórico del pueblo, arriba de un barco de la II Guerra Mundial que los gringos le vendieron a los mexicanos para apantallar a los turistas.

Pero regreso a Michoacán. Mal supuse que llegaría a una zona hotelera con grandes tiendas, restaurantes, discotecas y cajeros automáticos, como son casi todas las playas de México que conozco, y lo que encontré fueron miles de kilómetros de playas vírgenes, con poca gente y por consiguiente limpias; mar abierto, pero con algunas pequeñas bahías para nadar; campamentos y enramadas para comer, donde se paga con dinero y no con plástico. Encontrar mi protector solar del 50 e intentar pagar con tarjeta me dejó ver que tan pero tan chilanga y capitalina soy.

Del puerto marítimo de Lázaro Cárdenas, no sé nada. Sus policías no nos dejaron pasar, pero recuerdo un atardecer hermoso, con un cielo aborregado pintado de rojo (De ahí es la foto de allá arriba); la avenida principal tapizada con cientos de pájaros, que por ser cientos me llamaron la atención, y la sugerencia de una venerable anciana que osó recomendarnos, a nosotras chilangas de avanzada, “guardáramos” hasta el día siguiente que saliera el sol. Obvio, no hicimos caso.

El Año Nuevo lo pasamos en Playa Azul, la más bonita de Michoacán, en un restaurante con inmejorable vista al mar, pero donde nos dieron las 12 de la noche y la cena nunca llegó, así que los primeros minutos de nuestro año nuevo los iniciamos haciéndola de a pedo al mesero y pegadas al celular, respondiendo los mensajes de felicitación que nos llegaban y nos alegraban.

Maruata resultó ser un paraíso hippiesco donde en las noches salen a caminar los ‘muertos vivientes’ en busca de jale. Ahí viví la experiencia natural más hermosa, pude ver y tocar tortugas, correr a la orilla del mar, nadar en la Playa del Caníbal, la más placida y hermosa del viaje, y hasta me eche unas fumadas, que resultaron ser de la dormilona porque antes que nada caí como tabla en nuestra casa de campaña, instalada a unos metros del mar.

Parte del viaje fueron los retenes carreteros militares, a cargo de los efectivos de la Marina, cercados en sus puntos de revisión con costales de arena, a manera de barricadas. Y también encontramos a los aparentemente inofensivos “halcones”, porque qué hay de malo en juntarse con los amigos a ‘platicar’ a la orilla de la carretera. Recuerdo una ocasión en que sí sentí miedo: era de noche y como había muchas curvas bajé la velocidad como a 60 km/hr, caí en cuenta de que íbamos solas en la carretera y atrás nos daba alcance otro auto.
-Ojalá y no sean los de La Familia que quieran darnos un saludito, pensé. No lo fueron por fortuna.

Entendí porqué Michoacán se convirtió en lo que se convirtió: miles de kilómetros de costas desiertas, un puerto que permite la llegada de mercancías y las pone a la mitad del país, donde hay infinidad de carreteras y caminos que fácil llegan al norte o al centro. Me pregunto si mantener estas playas vírgenes y sin infraestructura turística no ha resultado contraproducente para su suerte.



Lo mejor es que vayan a Michoacán para disfrutar de sus maravillas naturales y para que nadie les cuente.

Mi album de fotos aquí.

5 comentarios:

Chilangelina dijo...

Qué bonito post, qué bonitas fotos y qué bonita te ves!! Yo tengo muchas ganas de ir a Maruata, me han platicado mucho de esa playita y de las tortugas. d
Tu post es mejor para la promoción turística que la nueva campaña mamila de televisa.

Unknown dijo...

Fue un placer, mi querida Concha, coincidimos en tantas cosas que al fin rematamos con una de las pocas que nos faltaban: la descojonada de Calderón es un hecho.

Chilangelina dijo...

Ni madres con Gardenia, ahora sí muy crítica, ¿no? Nel, por gente como ella ahora tenemos que aguantar el tiradero de país; que se sostenga y asuma su responsabilidad como las viejas.

Polo dijo...

Esta genial el post!! me dio muchas ganas de ir a maruata con mi novia!! Tú qué me recomendarias para ir a esa playa-con quien acampar, hay seguridad etc..- Gracias por tu ayuda!!

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